El Baron del Cementerio

La religiosidad popular dominicana está poblada de expresiones sincréticas, formadas de elementos católicos y de otros sistemas espirituales como el africano y el indígena. El mayor conocimiento de estas expresiones permanece como experiencia empírica, pues desdichadamente en nuestro país no existe el suficiente número de estudios sobre tales fenómenos.

Los especialistas en temas folklóricos son pocos, y a esto hay que sumar el escaso incentivo de nuestra sociedad a este tipo de investigaciones. Para complicar la situación, el corpus literario principal que recoge la experiencia popular es de naturaleza oral o escrito por personas que no necesariamente dominan las normas idiomáticas. Eso provoca numerosas complicaciones en el uso de términos y la correspondiente confusión en algunos elementos. Por eso es común hallar en oraciones, invocaciones o leyendas sagradas errores que afectan la comprensión.
San Elías corresponde en la religiosidad popular a un ser que suele aparecer en los textos escritos bajo el título de Barón del Cementerio. Este santo, que no es otro que el profeta Elías de los dos libros de Reyes, en la estampa clásica aparece con la piel obscura. Dice el Calendario Folklórico Dominicano -valioso documento recogido por Dagoberto Tejeda Ortiz, Iván Domínguez y José Castillo Méndez: «…

el Barón del Cementerio se va a identificar con la primera persona que entierran en el cementerio; su color es negro, simbolizado por una cruz blanca, siendo una de las deidades más queridas a nivel nacional por su vocación de ayudar a la gente… Se le conoce también como el Rey del Cementerio. Este poderoso personaje, Jefe de la División Guedé, esposo de Mamá Buyita, padre de Candelina y admirador de Marta la Dominadora, es víctima del problema de lenguaje citado en el párrafo anterior, lo cual provoca una curiosa degradación en su jerarquía.

Resulta que al patrón de la División Guedé le viene el nombre del hecho de que san Elías del Monte Carmelo, Padre de la Orden Carmelita, es considerado varón de Dios (homo Dei en la Vulgata). Pero nótese que la palabra que usa la Biblia es con V: varón, y no con B. En el segundo caso, el vocablo constituye un título nobiliario; en el primero, un término de profunda significación. Varón proviene del latín varo: fuerte, esforzado.

Precisamente por la creencia de que lo masculino es lo fuerte, el miembro de este género recibe el nombre de varón. En la Biblia, sobre todo en el Viejo Testamento, existe la dignidad del varón de Dios para designar a las criaturas -hombres y, con menor frecuencia, ángeles- que muestran un especial temple para la fe.

Tal dignidad recayó en Moisés, Eliseo, David, Igdalías y en el futuro apóstol de Cristo, Elías. El Profeta de Fuego, curiosamente, venció por voluntad de Dios sobre la muerte, pues fue elevado directamente al Cielo en un carro de fuego halado por caballos de fuego. La oración más común a san Elías en el ambiente dominicano, inicia invocándolo con esa alta dignidad.

Cuando a su correspondiente de la religiosidad popular se le cambia la V por la B, el sentido cambia. Un barón, de por sí, no posee ninguna cualidad espiritual. Si el Jefe de la División Guedé es el supremo del camposanto, ¿por qué guarda la investidura de barón, inferior a la del príncipe? Además, al ser Rey del Cementerio que es el título nobiliario correspondiente, resulta contradictorio, e incluso ofensivo, considerarlo barón. Por todo esto, la denominación correcta de este ser ultraterreno es Varón del Cementerio, con uve.

Claro que al plantear esto no pretendo que se proceda a corregir todas las oraciones, estampas y novenas que se acumulan en las vitrinas de la boticas, así como tampoco que se haga una cruzada alfabetizadora para instruir cada 16 de febrero a los devotos que asisten a los cementerios. Simplemente hago la observación para quienes estamos obligados a utilizar de forma correcta la palabra escrita.

Via El Sitio de Anyi

La religiosidad popular dominicana está poblada de expresiones sincréticas, formadas de elementos católicos y de otros sistemas espirituales como el africano y el indígena. El mayor conocimiento de estas expresiones permanece como experiencia empírica, pues desdichadamente en nuestro país no existe el suficiente número de estudios sobre tales fenómenos.

Los especialistas en temas folklóricos son pocos, y a esto hay que sumar el escaso incentivo de nuestra sociedad a este tipo de investigaciones. Para complicar la situación, el corpus literario principal que recoge la experiencia popular es de naturaleza oral o escrito por personas que no necesariamente dominan las normas idiomáticas. Eso provoca numerosas complicaciones en el uso de términos y la correspondiente confusión en algunos elementos. Por eso es común hallar en oraciones, invocaciones o leyendas sagradas errores que afectan la comprensión.

San Elías corresponde en la religiosidad popular a un ser que suele aparecer en los textos escritos bajo el título de Barón del Cementerio. Este santo, que no es otro que el profeta Elías de los dos libros de Reyes, en la estampa clásica aparece con la piel obscura. Dice el Calendario Folklórico Dominicano -valioso documento recogido por Dagoberto Tejeda Ortiz, Iván Domínguez y José Castillo Méndez: «…

el Barón del Cementerio se va a identificar con la primera persona que entierran en el cementerio; su color es negro, simbolizado por una cruz blanca, siendo una de las deidades más queridas a nivel nacional por su vocación de ayudar a la gente… Se le conoce también como el Rey del Cementerio. Este poderoso personaje, Jefe de la División Guedé, esposo de Mamá Buyita, padre de Candelina y admirador de Marta la Dominadora, es víctima del problema de lenguaje citado en el párrafo anterior, lo cual provoca una curiosa degradación en su jerarquía.

Resulta que al patrón de la División Guedé le viene el nombre del hecho de que san Elías del Monte Carmelo, Padre de la Orden Carmelita, es considerado varón de Dios (homo Dei en la Vulgata). Pero nótese que la palabra que usa la Biblia es con V: varón, y no con B. En el segundo caso, el vocablo constituye un título nobiliario; en el primero, un término de profunda significación. Varón proviene del latín varo: fuerte, esforzado.

Precisamente por la creencia de que lo masculino es lo fuerte, el miembro de este género recibe el nombre de varón. En la Biblia, sobre todo en el Viejo Testamento, existe la dignidad del varón de Dios para designar a las criaturas -hombres y, con menor frecuencia, ángeles- que muestran un especial temple para la fe.

Tal dignidad recayó en Moisés, Eliseo, David, Igdalías y en el futuro apóstol de Cristo, Elías. El Profeta de Fuego, curiosamente, venció por voluntad de Dios sobre la muerte, pues fue elevado directamente al Cielo en un carro de fuego halado por caballos de fuego. La oración más común a san Elías en el ambiente dominicano, inicia invocándolo con esa alta dignidad.

Cuando a su correspondiente de la religiosidad popular se le cambia la V por la B, el sentido cambia. Un barón, de por sí, no posee ninguna cualidad espiritual. Si el Jefe de la División Guedé es el supremo del camposanto, ¿por qué guarda la investidura de barón, inferior a la del príncipe? Además, al ser Rey del Cementerio que es el título nobiliario correspondiente, resulta contradictorio, e incluso ofensivo, considerarlo barón. Por todo esto, la denominación correcta de este ser ultraterreno es Varón del Cementerio, con uve.

Claro que al plantear esto no pretendo que se proceda a corregir todas las oraciones, estampas y novenas que se acumulan en las vitrinas de la boticas, así como tampoco que se haga una cruzada alfabetizadora para instruir cada 16 de febrero a los devotos que asisten a los cementerios. Simplemente hago la observación para quienes estamos obligados a utilizar de forma correcta la palabra escrita.

Taty Hernández, escritora y crítica literaria dominicana.