MADRID.- Los Callejeros Viajeros se desplazan este lunes a las 22.25 horas a dos paraísos turísticos para abordar la realidad más allá del turismo. En primer lugar, los reporteros Tábata Peregrín y Juan Antonio C. Arias se adentran por las playas caribeñas de República Dominicana, uno de los países más ofertados por los tour-operadores y uno de los más desconocidos del planeta. Pasear por las calles de República Dominicana significa llenarse de música, ruido y buen humor. Bachata en cada esquina y un tráfico infernal son las señas de identidad de la que en 1492 se convirtió en la primera ciudad europea en el Nuevo Mundo.
“Los dominicanos son solidarios, cariñosos y sabrosos”, resalta Ana, una española que vive desde hace 16 años en República Dominicana. “Tenemos una temperatura media de 29 grados todo el año, la gente es encantadora y el buceo excepcional”,
comenta Eduard, un catalán que trabaja como instructor de submarinismo en las paradisíacas aguas de las playas de Punta Cana y Bávaro. Para muchos de los casi 30.000 españoles que viven en la República Dominicana, aquello es casi el edén. “Pero trabajamos mucho, eh!”, puntualiza Clara. Con apenas 27 años esta madrileña dirige un hotel de casi mil habitaciones en Punta Cana. Los turistas que llegan en masa a descansar en las maravillosas playas del Caribe viven casi aislados de la realidad del país. Casi ningún extranjero acude a las peleas de gallos, famosas por todo el país, ni a un partido de pelota -de donde salen algunas de las grandes estrellas mundiales del béisbol-. Tampoco saben de las terribles condiciones en que las que, a pocos kilómetros de sus hoteles, viven y trabajan los haitianos, vecinos de isla, que trabajan en los campos de caña de azúcar, una de las principales materias primas que exporta República Dominicana al mundo.
El otro destino al que viajarán los Callejeros Viajeros es Marruecos. “Cuando uno llega a Marrakech se encuentra en el Belén de la vida”, dice David, un español que vive en Marrakech, la ciudad de los colores cálidos y olores desconocidos. “Aquí poco ha cambiado desde la Edad Media”. En la Plaza Djemaa El Fna se reúnen, como en los cuentos infantiles, encantadores de serpientes, médicos sin licencia, amaestradores de monos, feriantes, artistas y buscavidas. Cada uno busca la difícil tarea de sobrevivir. Al lado de la plaza, el espectáculo continúa en los zocos de la ciudad. Son callejuelas serpenteantes y llenas de exóticas tiendas. El viajero queda aturdido por el inmenso laberinto y la vida que hay en su interior. Burros cargados como camiones, motocicletas viejas, bicicletas, puestos de comida, cabezas de cordero, pieles de cocodrilos o camaleones y tortugas vivas.